miércoles, 13 de julio de 2011

¿Por dónde empezar?

Hace más de cinco meses que no me paso por aquí...no hay excusa, lo sé...
Quizá he tenido esa sensación que todos hemos sufrido alguna vez...tienes un amigo, con el que hace timepo que no hablas, sabes que has de llamarle, y lo dejas para mñana, y pasado y al otro...y al final ha pasado tanto tiempo que no sabes por dónde empezar, cómo excusarte y explicarle que la falta de noticias no significa nada, le sigues queriendo igual, es más, generalmente esta sensación sólo aparece cuando se trata de gente muy querida...el caso es que un día te decides a coger el teléfono, y cuando la voz al otro lado responde...todo es igual que siempre, parece que no haya pasado el tiempo y entonces te preguntas: ¿por qué esa sensación? y nunca lo sabrás. Y lo peor de todo es que te volverá a pasar una y otra vez, y nuca aprenderás...porque le hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra...
El caso es que aquí estoy, en el sitio de siempre, con el café de siempre, y... aunque esté mal decirlo, con el cigarrillo de siempre. Y nada ha cambiado, pero han pasado tantas cosas en estos meses...que de veras no sé por donde empezar.
Mi colaboración con el proyecto de ayuda a las viudas terminó...las echaré de menos, pero me quedo con sus caras, sus sonrisas y sus miradas de esperanza hacia una vida mejor. No sé ellas, pero yo nunca las olvidaré, las charlas en sus pequeñas casas se me han quedado grabadas, y desde luego es una experiencia que nadie me va a quitar, todavía no sé hasta qué punto, pero se que me han enseñado mucho, sin darse cuenta, estas mujeres de han convertido en un ejemplo a seguir que me ha marcado para siempre. Ahora sólo he de ser valiente y cada vez que un impedimento se cruce en mi camino, mi cabeza y mi corazón las traerán a ellas de vuelta y estoy segura de que su recuerdo me ayudará a ver las cosas de otra forma...nada es lo que parece, y si tú quieres puedes hacer que tu vida cambie...
Y bueno, quizá debería contaros lo que ha pasado en este tiempo no?? Allá por el mes de marzo, andaba yo un poco perdida, sin saber qué hacer y algo preocupada...supongo que es lo normal cuando vives en un país que no es el tuyo, no tienes trabajo, ni ningún plan de futuro fructífero entre manos...y entonces...el camino volvió a enderezarse!
Venía a Nepal un equipo de producción para llevar a cabo el rodaje de una peli española...mails por aquí, y llamadas por allá (gracias a todos los que participaron) entré a trabajar en el equipo!
Para seros sincera, estaba un poco asustada...nunca había trabajado en una producción, y allí estaba yo más chula que un ocho, convenciéndoles de que yo era su persona adecuada...Y bueno, parece que así fue.
Empezó el ritmo frenético de trabajo, unas 10 horitas al día, así para empezar. Yo estaba en la oficina, con los números...pufff, yo que soy más de letras que un diccionario! si Eugenia, mi profe de mates del CEU me hubiera visto...jejejej
A los pocos días me mandaron a la zona de Mustang, a la montaña, sólamente unos días, para comprobar que la preparación del rodaje iba bien, vamos, que los hoteles estaban reservados, los coches preparados, y las localizaciones cerradas...y...sorpresa sorpresa!!!nada de esto había ocurrido..
Allí empezó la locura! Nunca olvidaré aquel día en JOmson, cuando todo el equipo empezaba a trabajar y yo me encargaba de los transportes...una pequeña confusión y de pronto todo se había desbaratado...recuerdo los jeeps arrancando y yo allí, sola, viéndoles marchar con las lágrimas en los ojos...jajjja ahora me río, pero tendríais que haberme visto!Este día fue el primero en el que pensé en dimitir..."Pati, esto no es para tí, vuelve a Kathmandu y punto..."
Lo que iban a ser unos días se convirtió en 3 semanas de auténtica locura, maldito despertador y duros habitantes de los pueblos nepalís...hay anécdotas para escribir un libro, pero son tantas que no puedo contarlas todas...
Finalmente todo salió bien, y volvimos a Kathmandu a seguir con el rodaje. Casi dos meses más con montones de localizaciones y traslados que el equipo sacó adelante con muchísimo esfuerzo y no menos risas...
Rodamos en todas partes, montando el espectáculo allá donde íbamos...cortando calles, movilizando slums, sobreviviendo justo al lado de las pocilgas, construyendo caminos, comprando agua agua y más agua...miles de extras por controlar, en su mayoría niños (salvajes, muy salvajes)
Y el pasado 18 de junio dimos el aplauso final a un rodaje de infarto, y una de las experincias más fructíferas en interesantes de mi vida. Es impresionante ver cómo funciona la maquinaria de un rodaje, cientos de personas involucradas en un mismo proyecto, cada uno con lo suyo, pero todas las partes al final se ponen de acuerdo para formar parte de un todo.
Desde luego nunca olvidaré estos 3 meses, tampoco a la gente que conocí en el camino, a mi equipo de producción español, que tanto confió en mi, Anna la primera, y luego Asia, Mer y Lore...GRACIAS POR TODO!
Espero de veras volver a coincidir con vosotros, de momento para unas cañas o lo que se tercie en Madrid!!!
se me olvidaba deciros que en exactamente 3 semanas estaré por los madriles...así que nos vemos!!!
Os dejo unas fotillos del rodaje!

















































lunes, 7 de febrero de 2011

Pemba

Pemba Shrestha nació hace cincuenta años en un pequeño pueblecito del Valle de Katmandú, Kusule. Su familia era una típica familia de la época: su padre tenía dos mujeres, la primera con dos hijos y la segunda, la madre de Pemba, con tan sólo una niña. Cuando Pemba tenía 8 años, su madre murió, y la primera mujer de su padre la envió al pueblo de Tatopani, a vivir con sus tíos maternos. Allí disfrutó de una infancia tranquila y feliz, sus tíos la querían mucho y la vida en el pueblo transcurría tranquila, sin demasiadas necesidades. Como la familia no podía permitirse enviar a Pemba a la escuela, fue su tío el encargado de enseñarle al menos el alfabeto y los números, pero han pasado tantos años que ya ni se acuerda…

Hasta la edad de 16 años nuestra amiga trabajó en el campo, pero un día, unos vecinos del pueblo le ofrecieron mudarse a Katmandú, donde estaban abriendo una fábrica de productos de lana. Ellos la apreciaban mucho, y tenían ganas de ver cómo Pemba se labraba un futuro, así que ella se lió la manta a la cabeza y se mudó a Katmandú de la mano de sus amigos.


El trabajo en la fábrica estaba bien y Pemba empezó a disfrutar de su vida de adulta, llevando una vida humilde pero sin penurias. Cuando cumplía los 20 años, conoció a Asha, un amigo de su jefe, que inmediatamente quedó prendado de ella y empezó a tratar de conquistarla. Asha era muy alto, tanto que resultaba gracioso y la gente lo miraba con curiosidad por la calle, y a ella en realidad no le gustaba mucho, pero se dejó conquistar…

Él la visitaba cada día, unos días le traía flores, o algún aperitivo, un té, unas pulseras… Asha era cariñoso, amable y muy educado y Pemba acabó cayendo rendida a sus pies. Tantas atenciones y empeño hicieron que aquel hombre pasara de ser “grande y gracioso” a convertirse en el amor de su vida.

Tras unos meses de conquista todo quedó arreglado, se casarían y formarían una familia. Él tenía una esposa anterior y un hijo varón, de un matrimonio arreglado por los padres. Su vida ya estaba establecida, ya había cumplido con las tradiciones deseadas por la familia, así que cuando Asha presentó a la mujer que amaba a todos, nadie se opuso a la unión.

Durante una época vivieron en la casa familiar, pero Pemba allí no se encontraba a gusto, así que la pareja se mudó a otra casa en Katmandú para seguir con su vida. Pasados unos años nació Rebika, su única hija, y la felicidad de Pemba fue totalmente plena. Su marido tenía un buen trabajo en una imprenta en Bakhtapur, así que ella dejó su trabajo y se dedicaba enteramente a su familia, a cuidar de su hija y su esposo y a disfrutar de la vida al máximo. Juntos solían ir al cine, de picnic o a visitar a familiares y amigos. En época de grandes festivales, como Dasaín, visitaban a la familia de su marido y las relaciones cordiales con aquellos hacían de aquellas temporadas momentos dulces y plenos.

Pero hace 18 años la tragedia llegó a la vida de Pemba y su vida dio un vuelco inevitable: Asha enfermó de tuberculosis, y tras un año de sufrimiento murió. Entonces la primera esposa y la familia prometieron apoyarla y encargarse de que nada le faltara, ni a ella ni a su hija…pero tras sólo seis meses de luto (cuando la tradición manda trece) la primera mujer y el resto de la familia desaparecieron dejando las esperanzas de Pemba y su hija enterradas en la ignorancia. Cambiaron de domicilio y nunca volvieron a contactar con ella. Así que esta mujer se vio de pronto sumida en una profunda tristeza, con una niña de 5 años a la que sacar adelante y un puñado de rupias con el que no podía ni pensar en sobrevivir una semana. Su marido había trabajado para el gobierno, por lo que le debería corresponder una pequeña pensión oficial, pero la primera esposa se había marchado, con todos los papeles y ella ahora no podía hacer nada…

La vida le había puesto una prueba, y a pesar de todo, Pemba fue valiente y se puso manos a la obra para intentar rehacer su vida. Buscó a su antiguo jefe, que la readmitió en la fábrica de lana, buscó una nueva habitación, más barata y siguió con su vida aprendiendo a sobrellevar la pobreza y la pena al mismo tiempo.

Rebika ahora tiene 23 años y se encarga de cuidar a su madre, que tras la muerte del esposo trabajó muy duro para poder sacarla adelante. Pemba se hace mayor y su cuerpo y su vista fallan cada vez más, por lo que ya no puede coser como antes y no puede trabajar en la fábrica como solía hacer. Ahora se encarga de limpiar e hilar los rollos de lana, lo que hace que su salario sea mínimo, unos 7 euros de media. La hija trabaja en una tienda a tiempo parcial y con su pequeño salario y el de su madre apenas se pueden permitir el alquiler de una pequeña habitación húmeda y oscura.

Hace unos años la desesperación y la tristeza llevaron a Pemba a una iglesia cristiana, donde encontró algo de consuelo y decidió convertirse al cristianismo. Acude casi cada día a rezar y dice que así se siente mejor, y que está segura de que su marido está en el cielo y desde allí las protege, a ella y a su hija. Y allí es donde conoció a Pampha, otra amiga de Kumari House que la animó a acudir a la Fundación para poder asistir a las clases de alfabetización y así poder progresar.

Fue así como el equipo de TDHF conoció a Pemba y su historia, y decidió que debía entrar a formar parte del proyecto la Casa de las Viudas apoyado por Namaskar y sus socios. Ha pasado apenas un mes y medio desde entonces y Pemba y su hija ya tienen una cama nueva, mantas, una olla a presión y ahora esperan la nueva cocina de gas. Un pequeño hilo de esperanza ilumina su camino y tanto ellas como el equipo de la fundación trabajarán para seguir adelante y convertir las ilusiones en realidad.

De momento Pemba sólo quiere aprender a leer para poder manejarse sola, sin tener que estar preguntando cada vez qué es lo que pone en los papeles, en el periódico o en su la pequeña biblia que el sacerdote le regaló.


Como siempre, desde TDHF le deseamos lo mejor y agradecemos a Namaskar y sus socios el apoyo para poder seguir ayudando a estas mujeres que, sin quererlo ya forman parte de nuestras vidas.

domingo, 2 de enero de 2011

2011

Terminó el 2010, y comienza para todos un nuevo año. Personalmente espero que este año 2011 sea al menos igual de bueno que el anterior. Ha sido un año de cambios y de nuevas experiencias muy enriquecedoras.
He tenido la oportunidad de conocer a fondo un país nuevo, con su cultura, sus tradicones y su gente. No nos engañemos, Katmandú no es el paraíso, es más, hay miles de inconvenientes que hace que la vida sea de todo menos fácil, cortes de lectricidad, polución, falta de agua, atascos, pobreza, corrupción, suciedad...pero luego encuentras los templos, las estupas, los niños, las mujeres mayores, las sonrisas, la hospitalidad, la generosidad, las cenas a la luz de las velas, todos los extranjeros unidos en una misma experiencia...
Por el camino encontré a Toni, a Maya, mis niñas de Kumari House, a Marta, a Edu, a Pierre, a Patri, a Mahesh, Rajesh, Jayesh, Kishwor, Sergi, Pera, a mi Didi...y a Subhash. Todos ellos y un largo etcétera han hecho que aquí me sienta como en casa, que las buenas energías me rodeen a cada paso, y que los inconvenientes se hagan pequeñitos frente a las ventajas.
Digamos que el balance de mi año es más que positivo y que empiezo el 2011 con más proyectos e ilusiones, esperando que poco a poco mis pequeños sueños se vayan haciendo realidad.
Para terminar este magnífico año Subhash y yo decidimos huir de la heladora Katmandú y ejercer de turistas en Chitwan, un parque natural en la zona del Terai, al sur de Nepal. Allí disfrutamos de tres días estupendos rodeados de naturaleza, aire fresco y silencio. Paseo en elefanta por la jungla, durante el que vimos mogollón de animales: pavos reales, ciervos, jabalís..y el preciado rinoceronte "salvaje", que para seros sincera, ni se inmutó cuando nos acercamos a él, está más acostumbrado a la gente que yo...jejej
Desde el lomo de Srijana (la elefanta) disfrutamos de un atardecer impresionante, uno de los más bonitos que he visto en mi vida, a la orilla del río.


El segundo día paseamos por los alrededores del hotel, por un pueblito muy mono, disfrutando de las rutinas de los habitantes, el trabajo en el campo...una pasada. El paseíto muy interesante para turistas, cuando vives aquí, se disfruta un poco menos, pero igualmente muy relajante sobretodo disfrutando del aire puro y la tranquilidad.


De vuelta a Katmandú celebramos nochevieja en casa, crema de zanahoria, pan con tomate, lomito y jamón, pollo asado con patatas panadera y alioli, tarta de manzan y turrón!!!Una estupenda cena con Subhash, Marta y su novio, y Pierre, mi compi de piso.
Y ahora empezamos el nuevo año, solamente me queda desearos a todos la mejor suerte del mundo, recibid mis mejores deseos y las mejores energías, y sobretodo disfrutad de cada momento!!
Millones de besos!






viernes, 19 de noviembre de 2010

Bhagawati

Han terminado las fiestas en Nepal y de nuevo la rutina vuelve al Barrio 18, y las viudas no son menos. Terminaron los festivales y los días de asueto, y hay que volver a trabajar para seguir adelante. Este mes hemos visitado a Bhagawati Thapa, y por primera vez desde hace tiempo hemos tenido la oportunidad de conocer una historia de amor en el barrio.
Cuando hablamos de mujeres viudas en Nepal, la mayoría de las veces imaginamos que detrás hay una historia dura, ya que el machismo domina la tradición y casi siempre que hablamos con ellas nos encontramos con que una vez han enviudado, los sentimientos contradictorios les invaden: por un lado el alivio al fin de una etapa, muchas veces con penurias y malos tratos de por medio, o, en el caso de no haber malos tratos, con gran dejadez por parte del marido y falta de responsabilidad con respecto a la familia; y por otro lado la pena y la preocupación al pasar de ser una mujer casada a una mujer viuda, con la pérdida de respeto social que eso supone. Pero a veces pasa que conocemos a una mujer que al hablar de su marido sólo tiene palabras buenas y recuerdos bonitos, y cuando esto ocurre recuperamos la esperanza pensando que no siempre ha de ser igual, que hay muchas mujeres en Nepal que han disfrutado de una buena vida, que han sido felices en su matrimonio, y que siempre tendrán un buen recuerdo de aquello, que les da fuerza para seguir adelante y brindar cada día al esposo perdido como muestra de agradecimiento, lealtad y amor.
Este es el caso de Bhagawati Thapa, la protagonista de nuestra historia este mes, una mujer joven, de tan sólo cuarenta años, madre de tres hijos, y viuda desde hace diez. Bhagawati, la mayor de tres hermanas, nació con un problema en su ojo derecho, y sus padres vivieron preocupados todo a su infancia pensando que nunca encontrarían un marido para ella, que la ceguera de su hija haría de ella una pobre mujer solitaria sin ningún futuro.
Pero cuando Bhagawati contaba con dieciocho años, la fortuna llamó a su puerta: su tío había conocido a una familia del pueblo vecino que tenía un hijo con problemas de visión también, y quizá sería una buena pareja para ella. Las familias se pusieron de acuerdo y es así como unos meses más tarde, nuestra amiga empezaba una nueva vida con su marido: Madan Thapa. Él era un hombre apuesto, alto y delgado, y desde el primer momento que lo vio, ella supo que se enamoraría de él. Durante un tiempo vivieron con la familia, pero la relación de Bhagawati con su familia política no era muy buena, así que un día decidieron venir juntos a Katmandú para iniciar una nueva vida juntos y disfrutar de su amor sin intromisiones de nadie.
Así vivieron durante casi dos años, una pareja joven y trabajadora, él, de conserje en un hospital, y ella con un pequeño puesto de verduras en el mercado central, trabajos que les servían para vivir decentemente. Tras dos años de matrimonio, Bhagawati quedó embarazada y tuvieron a su primera hija Shrijana, unos años después vino un niño, Surya, y después llegaría el tercero, Sunam. Juntos formaban una gran familia. Como ambos trabajaban mucho y la situación económica tampoco era demasiado buena, no hacían grandes excesos como ir al cine, o salir demasiado, pero a Bhagawati se le ilumina la cara cuando le preguntamos por los mejores recuerdos de su marido. Nos dice que era un gran hombre, humilde y trabajador, cariñoso con los niños y con ella.
Cada primero de mes cuando cobraba su salario, lo traía a casa y dejaba que fuera ella quien administrara la casa, pero algo se guardaba para poder darles una sorpresa de vez en cuando, algo de fruta para los niños, o un collar para su mujer o lo mejor de todo: cuando tenían alguna discusión matrimonial, él compraba algo de carne y la cocinaba para Bhagawati, así se acababa rápidamente el enfado.
Esa fue su vida durante los doce años que duró la convivencia, pero un día Madan enfermó y nadie supo encontrar la razón. Estuvo ingresado en el hospital unas cuantas semanas con altas fiebres, pero sin encontrar la causa de la enfermedad los médicos no pudieron hacer nada por él y murió.
Los primeros años fueron muy duros para Bhagawati, el hueco que había dejado su marido era demasiado grande y el simple hecho de pensar en él hacía que se le saltaran las lágrimas, pero poco a poco y con el apoyo de sus hijos, ella ha podido seguir adelante y hacer frente a cada problema con valentía y coraje. Hace nueve meses, tras varios problemas médicos con su hijo pequeño, Bhagawati pasaba por grandes dificultades económicas, así que una de sus amigas del barrio le sugirió que se acercara a Kumari House, que parecía que la gente de la fundación estaba ayudando a las mujeres viudas…
Desde entonces la vida de esta mujer y sus tres hijos ha mejorado mucho. Ya tienen cocina de gas, olla a presión, un armario, mantas, colchones etc. Para hacer de su casa un lugar acogedor al que volver cada día después de levantarse de madrugada para vender sus verduras en el mercado. Sus hijos son un gran apoyo para ella, y los dos mayores ya han encontrado pequeños trabajos con los que ayudar a su madre, y poco a poco con la aportación de todos los miembros de la familia, van saliendo del bache económico que les hizo pasar de ser una familia humilde a ser una familia muy pobre.


Bhagawati además acude cada día a estudiar nepalí con las mujeres del barrio y se siente orgullosa de poder decir que está aprendiendo, que su mente todavía funciona y que algún día será capaz de leer el periódico entero.
Esperamos que así sea, y desde Tdhf seguiremos apoyándola a ella y al resto de las viudas del barrio gracias a Namaskar y sus socios, que confían en nosotros para llevar a cabo esta labor.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Aquí sigo

Ya ha pasado un año...

En tres días hará un año desde aquel día en que me subí al avión, rumbo a Katmandú, sin tener ni idea de lo que me esperaba aquí...

Desde entonces...pufff! han pasado millones de cosas y he conocido a personas increibles, amables, tolerantes, y con ese saber estar que sólo en Nepal he conocido. Los nepalís tienen algo especial, su sonrisa, su mirada, sus gestos, sus palabras... algo que me atrapó desde aquel primer día en que conocí a Rajesh, y me abrió las puertas de su casa y de su familia, y después Toni y Maya, Paloma, Nabin, Machkyas y compañía; o todos y cada uno de los personajes de Katmandú que han ido entrando en mi vida poco a poco...es imposible enumerarlos a todos (más aún teniendo en cuenta que de muchos no sé el nombre y nos comunicamos con el tradicional Dai o Didi, que sirve para todos). Luego llegó Edu, Patricia, la "spanish family", Joli, Tati y Raúl...que forman parte de los que vienen y van, y de los que tanto he aprendido, y con los que tantísimos buenos momentos he compartido. Y hace unos meses empezaron mis clases de nepalí, y allí conocí a Marta, mi nueva "inseparable" que también hace que en el día a día se añore menos España.

Pero hay un grupo de personitas sin las que esta experiencia hubiera sido definitivamente distinta: mis niñas... Muskan, Roja, Kabita, Asmita, Ishu, Susmita, Sumitra... y el largo etc. que forma la gran familia de Kumari House. Si en algún momento me encuentro algo triste o baja de energía, no tengo más que acercarme a pasar un rato con ellas, y todo se olvida. Su ilusión y ganas de vivir, la alegría que desprenden en cada cosa que hacen, en cada abrazo y beso que me regalan cada día, hacen que me haya hecho adicta a su mundo...

Y por ellas va el post de hoy, porque son lo mejor del mundo y se merecen que todos nosotros hagamos algo por ellas. Porque son el alma de la fundación, y el motor para que todo el equipo de TDHF siga adelante. Por eso os ruego a todos que os deis una vuelta por la web (aquí ) y penséis si hay alguna manera en la que podáis apoyar alguno de los proyectos...pero no sin antes echar un vistazo al pequeño homenaje que he preparado para ellas...

¡Ahí va!

Os quiero

lunes, 2 de agosto de 2010

La Casa de las Viudas

Los libros sagrados del hinduismo dicen que la mujer desde el momento en que se produce el matrimonio, pasa a ser propiedad de su marido. Antiguamente, cuando el hombre moría, su esposa estaba condenada también a la muerte y era incinerada al mismo tiempo que su difunto esposo. Era una forma de castigar a la mujer, que inmediatamente era juzgada por familia y sociedad como mala esposa y causante de mala suerte. Con el tiempo, la tradición y las leyes dieron un paso adelante y este castigo de fuego y muerte, fue cambiado por otro tipo de condena, la muerte en vida.
En India y en Nepal, una viuda pierde en el momento de la defunción del hombre, cualquier tipo de estatus social que pudiera tener anteriormente. Y al desaparecer el “propietario” pasa a ser una pertenencia más de su familia política: de sus suegros, sus cuñados y demás. En muchas ocasiones, cuando hablamos de familias de baja condición social y económica, estas mujeres se convierten única y exclusivamente en un problema y una boca más que alimentar, (o dos, o más, dependiendo del número de hijos que tenga) y son abandonadas teniendo que empezar de cero para poder seguir adelante, y sacar a flote a sus hijos con ellas.
Es por esto que el equipo de Tdhf decidió que ellas, las viudas, merecían una atención especial, había que ayudarlas por encima de todo y conseguir devolverles la dignidad y la ilusión perdidas. Gracias a Namaskar, el proyecto de ayuda a las viudas del Barrio 18 sigue delante y desde Tdhf cada día somos testigos de cómo crecen las ilusiones de estas mujeres castigadas, de algún modo, por la vida y una tradición ancestral.
Hoy os presento a Sova Khatri, una mujer de 31 años con dos hijos, vecina del barrio desde hace 6, y a la que la condición de viuda le ha cambiado la vida por completo.
Sova tenía 18 años la primera vez que vino a Katmandú desde su pueblo, Sindupal, a vivir con su hermana mayor. Después de un año haciéndose cargo de ella, su hermana decidió buscar un marido para Sova, pues ya tenía 19 años y había llegado el momento de casarse. Fue así, como a través de una vecina del barrio, Raju Khatri apareció en su vida. Aquella vecina les aseguró a ella y a su hermana que Raju era un buen hombre, trabajador y honesto, así que Sova empezó su nueva vida cargada de ilusión y esperanza, con muchas ganas de tener su propia familia.
Tras la boda, la pareja se mudó al pueblo de él para vivir con su familia. Pero inmediatamente Sova empezó a darse cuenta de que aquel hombre que ya era su marido para siempre, no era tan bueno, ni tan honesto como le habían prometido. Raju era alcohólico, y nunca se ocupó de ella de la manera apropiada. Tras el nacimiento de su segundo hijo, Raju volvió a Katmandú en busca de un trabajo, pero su ayuda nunca llegó al pueblo, así que Sova cogió a sus dos pequeños y se trasladó también a la ciudad para ver si así podía dar a sus hijos una vida digna.
Raju jamás tuvo un trabajo ni se preocupó por su familia, así que Sova trabajaba como asistenta del hogar y cuidaba de sus hijos como podía. Y aquello que parecía una mala vida se convirtió en infierno cuando Raju empezó a maltratarla a ella y a sus hijos. Cuando la violencia se instaló en su hogar, Sova no pudo más y comenzó a pedir ayuda, y fue así como conoció Kumari House y la fundación. Esto fue hace cinco años y en aquel momento comenzó a recibir ayuda para sus hijos, ambos fueron esponsorizados y escolarizados, lo que le daba a Sova un pequeño respiro ya que la salud de su marido comenzó a resentirse, con muchos problemas de riñón y de hígado, derivados del alto consumo de alcohol, que convirtieron las idas y venidas al hospital en una rutina más de esta mujer luchadora y valiente.

Y hace dos años y medio, Raju murió. Y la vida de Sova sufrió un cambio radical. Como ella bien explica, la condición de viuda para ella tiene dos caras: por un lado, dentro de casa, se siente más tranquila, más fuerte, ya no hay palizas, ni vejaciones, y todo el dinero que gana trabajando lo puede invertir en ella y en sus hijos; pero por otro, el hecho de ser una mujer sola, de cara a la sociedad, le pone las cosas muy difíciles. De puertas para afuera, no tiene a nadie que la proteja, y esto hace que carezca del “respeto social”, que en una sociedad como esta es tan importante.

Aún así, Sova es fuerte y sigue adelante por ella y por sus hijos. Ahora mismo trabaja limpiando dos casas diferentes y sus hijos Prasant, de 10 años, y Sagar, de 8, la ayudan mucho. Ambos son buenos estudiantes, y cuando su madre está muy cansada, o ha de salir muy pronto de casa para trabajar, ellos mismos se preparan la comida y limpian la pequeña habitación en la que viven. Están muy orgullosos de su madre, que ahora acude a clases de inglés, con la esperanza de que hablar este idioma le abrirá las puertas para un trabajo mejor, o simplemente le ayudará a comprender mejor a los médicos cuando va al hospital y le recetan alguna medicina.
Gracias a la ayuda de la fundación, Sova recibe un saco de arroz mensual y doce puntos, que son 1200 rupias (unos 12€) para comprar comida. Ya tiene una cocina de gas, una olla a presión, una cama digna, y algunos complementos del hogar como manta, armario y demás, que le dan a su pequeña habitación un aire diferente. Esto y la certeza de saberse dueña de su vida, hacen que su mirada cambie cuando hablamos del futuro y le proponemos que nos enseñe algo de lo que va aprendiendo en las clases…

Con una gran sonrisa desde lo alto de la escalera nos dice: ”Todavía no se mucho, pero la próxima vez que vengáis, nada de nepalí, os contaré lo mismo, ¡pero en inglés!”
Trato hecho Sova, te deseo toda la suerte del mundo!





sábado, 10 de julio de 2010

Nepal, tierra de hippies

Nepal en su día fue tierra de hippies (de los de verdad, no de los que merodean ahora por aqui, que se dejan crecer la barba y andan descalzos por las asquerosas calles de Kathmandu, no sé muy bien por qué, debe ser muy cool...) y éstos llegaban, acampaban donde fuera y luego no había forma de moverlos. Así que el gobierno, o el rey (que ya no está) o no sé quién decidió limitar los visados a 150 días para así evitar a los "costrillas" foráneos, que con los suyos ya tienen suficiente. El caso es que para poder quedarme unos meses más por aquí debía hacer algo para conseguir un visado más largo. Opciones:
- Visado de negocios: no hay forma, tienes que invertir un pastón en el país, pastón que yo no tengo...
- Visado de estudiante: te matriculas en una universidad a estudiar algo y te van dando visados en función de tus notas y tu asistencia
- Matrimonio con un nepalí
Mamá, papá, si leéis esto, no os muráis del infarto...jejej he elegido la segunda opción, y puesto que la cosa no va sólo de estudiar sino de aprender algo, me he matriculado en clases de nepalí, que me hará la vida mucho más fácil aquí.Si, sí, casi todo el mundo habla inglés aquí, pero el trato que recibe un extranjero cambia si chapurrea unas palabrillas en su idioma...en las tiendas, en los taxis, en los restaurantes...incluso con los mendigos y los niños del pegamento. Si hablas nepalí, te respetan, les hace gracia, y les encanta que hagas el esfuerzo de hablar su idioma...así que los precios bajan, la calidad del servicio sube, y los mendigos se van a la primera que les dices que no les vas a dar dinero. Por supuesto esto no es una fórmula mágica, pero os aseguro que desde que chapurreo unas palabrillas cuando me subo a un taxi, parece que los taxímetros hasta funcionan!!!si no, nada de taxímetro, precio fijo, que siempre es mucho más de lo que marca la maquinita.
El día 16 empiezan mis clases: de lunes a viernes, de 11h a 13h, siempre y cuando el domingo me den la carta de aprobación del ministerio para poder tramitar el visado, de otra manera, tendría que organizar una boda express antes del día 15!!y me da mucha pereza, no tengo ni saari!jajja
Ayer llegó Paty, una amiga de mi hermano que viene a hacer algo de voluntaria y se quedará hasta septiembre, es una valiente la tía, ha sido dicho y hecho!!Y en su maleta, para los que no teneis facebook, y no hayáis leido los comentarios de mamá en mi muro...(jejejej) venían unas bandejitas de boquerones en vinagre, jamoncito, lomo, chorizo, COLACAO (ahora mismo me estoy tomando el primero...), unos polvos bronceadores y corrector de ojeras (aquí lo del moreno no se lleva, todas quieren blanquearse al estilo Michael Jackson), un reloj y una camiseta que reza algo así como "Yo estoy con LA ROJA!" que por supuesto vestiré mañana, día de la gran FINAL!!!
Mientras, la vida sigue en Kathmandu. Parece que el monzón por fin asoma la cabecita, y empieza a llover, poco a poco, nada realmente importante, pero las temperaturas bajan y parece que la gente en el campo recupera la esperanza de no perder la cosecha de arroz. Las niñas de Kumary House cada día están más mayores y más espabiladas, y yo las quiero más y más...Toni, concentrado en su salud para no dejar que la diabetes le venza, y el tío lo consigue, el primer objetivo era bajar peso y a base de dieta y de grandes paseos que nos damos cada día, ya ha bajado 12 kilos! Y yo sigo con mis fotos y mis textos para los boletines de la fundación. Es el trabajo que más me gusta, visitar a la gente en sus casas, hacerles fotos, y luego escribir sobre ello, es un regalo!
Y poco más amigos, como veis todo sigue de maravilla en la cima del mundo, y ahora que tengo una nueva invitada me toca hacer un poco de turismo, que en el fondo me encanta!así que os dejo.
Muchos besos a todos
Os quiero
PD. No os había enseñado mi cuarto no?aquí os dejo un par de fotillos