viernes, 19 de noviembre de 2010

Bhagawati

Han terminado las fiestas en Nepal y de nuevo la rutina vuelve al Barrio 18, y las viudas no son menos. Terminaron los festivales y los días de asueto, y hay que volver a trabajar para seguir adelante. Este mes hemos visitado a Bhagawati Thapa, y por primera vez desde hace tiempo hemos tenido la oportunidad de conocer una historia de amor en el barrio.
Cuando hablamos de mujeres viudas en Nepal, la mayoría de las veces imaginamos que detrás hay una historia dura, ya que el machismo domina la tradición y casi siempre que hablamos con ellas nos encontramos con que una vez han enviudado, los sentimientos contradictorios les invaden: por un lado el alivio al fin de una etapa, muchas veces con penurias y malos tratos de por medio, o, en el caso de no haber malos tratos, con gran dejadez por parte del marido y falta de responsabilidad con respecto a la familia; y por otro lado la pena y la preocupación al pasar de ser una mujer casada a una mujer viuda, con la pérdida de respeto social que eso supone. Pero a veces pasa que conocemos a una mujer que al hablar de su marido sólo tiene palabras buenas y recuerdos bonitos, y cuando esto ocurre recuperamos la esperanza pensando que no siempre ha de ser igual, que hay muchas mujeres en Nepal que han disfrutado de una buena vida, que han sido felices en su matrimonio, y que siempre tendrán un buen recuerdo de aquello, que les da fuerza para seguir adelante y brindar cada día al esposo perdido como muestra de agradecimiento, lealtad y amor.
Este es el caso de Bhagawati Thapa, la protagonista de nuestra historia este mes, una mujer joven, de tan sólo cuarenta años, madre de tres hijos, y viuda desde hace diez. Bhagawati, la mayor de tres hermanas, nació con un problema en su ojo derecho, y sus padres vivieron preocupados todo a su infancia pensando que nunca encontrarían un marido para ella, que la ceguera de su hija haría de ella una pobre mujer solitaria sin ningún futuro.
Pero cuando Bhagawati contaba con dieciocho años, la fortuna llamó a su puerta: su tío había conocido a una familia del pueblo vecino que tenía un hijo con problemas de visión también, y quizá sería una buena pareja para ella. Las familias se pusieron de acuerdo y es así como unos meses más tarde, nuestra amiga empezaba una nueva vida con su marido: Madan Thapa. Él era un hombre apuesto, alto y delgado, y desde el primer momento que lo vio, ella supo que se enamoraría de él. Durante un tiempo vivieron con la familia, pero la relación de Bhagawati con su familia política no era muy buena, así que un día decidieron venir juntos a Katmandú para iniciar una nueva vida juntos y disfrutar de su amor sin intromisiones de nadie.
Así vivieron durante casi dos años, una pareja joven y trabajadora, él, de conserje en un hospital, y ella con un pequeño puesto de verduras en el mercado central, trabajos que les servían para vivir decentemente. Tras dos años de matrimonio, Bhagawati quedó embarazada y tuvieron a su primera hija Shrijana, unos años después vino un niño, Surya, y después llegaría el tercero, Sunam. Juntos formaban una gran familia. Como ambos trabajaban mucho y la situación económica tampoco era demasiado buena, no hacían grandes excesos como ir al cine, o salir demasiado, pero a Bhagawati se le ilumina la cara cuando le preguntamos por los mejores recuerdos de su marido. Nos dice que era un gran hombre, humilde y trabajador, cariñoso con los niños y con ella.
Cada primero de mes cuando cobraba su salario, lo traía a casa y dejaba que fuera ella quien administrara la casa, pero algo se guardaba para poder darles una sorpresa de vez en cuando, algo de fruta para los niños, o un collar para su mujer o lo mejor de todo: cuando tenían alguna discusión matrimonial, él compraba algo de carne y la cocinaba para Bhagawati, así se acababa rápidamente el enfado.
Esa fue su vida durante los doce años que duró la convivencia, pero un día Madan enfermó y nadie supo encontrar la razón. Estuvo ingresado en el hospital unas cuantas semanas con altas fiebres, pero sin encontrar la causa de la enfermedad los médicos no pudieron hacer nada por él y murió.
Los primeros años fueron muy duros para Bhagawati, el hueco que había dejado su marido era demasiado grande y el simple hecho de pensar en él hacía que se le saltaran las lágrimas, pero poco a poco y con el apoyo de sus hijos, ella ha podido seguir adelante y hacer frente a cada problema con valentía y coraje. Hace nueve meses, tras varios problemas médicos con su hijo pequeño, Bhagawati pasaba por grandes dificultades económicas, así que una de sus amigas del barrio le sugirió que se acercara a Kumari House, que parecía que la gente de la fundación estaba ayudando a las mujeres viudas…
Desde entonces la vida de esta mujer y sus tres hijos ha mejorado mucho. Ya tienen cocina de gas, olla a presión, un armario, mantas, colchones etc. Para hacer de su casa un lugar acogedor al que volver cada día después de levantarse de madrugada para vender sus verduras en el mercado. Sus hijos son un gran apoyo para ella, y los dos mayores ya han encontrado pequeños trabajos con los que ayudar a su madre, y poco a poco con la aportación de todos los miembros de la familia, van saliendo del bache económico que les hizo pasar de ser una familia humilde a ser una familia muy pobre.


Bhagawati además acude cada día a estudiar nepalí con las mujeres del barrio y se siente orgullosa de poder decir que está aprendiendo, que su mente todavía funciona y que algún día será capaz de leer el periódico entero.
Esperamos que así sea, y desde Tdhf seguiremos apoyándola a ella y al resto de las viudas del barrio gracias a Namaskar y sus socios, que confían en nosotros para llevar a cabo esta labor.

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